¿Por qué debe uno definirse
en función de criterios geográficos? ¿Por qué tiene uno que definirse como
catalán si nació en Cataluña? ¿Por qué tiene uno que sentirse español por haber
nacido en España? ¿Por qué uno no puede no sentirse catalán o español o lo que
sea? ¿Por qué uno no puede no sentirse nada, solo persona?
Con todo este asunto de Cataluña, no han sido pocas las personas
que, conociendo mi patria chica, me han preguntado por mi opinión y por mis
sentimientos al respecto. Yo les he contestado, por supuesto. Pero no es de eso
de lo que quiero hablar en este último texto del blog. [Creo que dos años son
más que suficientes para ‘El porquerón quincenario’; en realidad, la previsión
inicial era que durara solo uno].
De lo que quiero hablar hoy es de esa identificación obligatoria,
existente en todas partes, entre lugar de nacimiento y sentimiento de
pertenencia (ya sea a un país, a una región, a un pueblo o a lo-que-sea). Supongo
que ya sabes de qué hablo, pero, por si acaso, aquí te muestro algunos
ejemplos: si naciste en España, eres español y tienes que sentirte español; si
naciste en Ávila, eres abulense de por vida, aunque a los 7 años te hayan
trasladado a Madrid y no hayas vuelto por Ávila más que unas pocas veces en
cincuenta años; si naciste en Cataluña, eres catalán de por vida, aunque lleves
viviendo fuera más tiempo que allí, y así sucesivamente.
Pues no. No es ese el planteamiento. Nacer en un sitio no implica
que uno ‘sea’ de ese sitio ni que uno tenga que identificarse obligatoriamente
con las demás personas que han nacido en ese mismo sitio. Vale, nadie puede
olvidarse de lo que ha mamado: los paisajes, los rostros, las sensaciones, las
vivencias… Pero eso es todo. No hay más.
Yo, cuando me preguntan de dónde soy, tengo una respuesta preparada:
“soy catalán, de nacimiento; madrileño, de vecindad administrativa; español, de
pasaporte, y apátrida, de convicción”.
¡Eso es to…, eso es
todo, amigos!
¡Nos vemos por ahí!